Reflexiones sobre el desenmascaramiento de rasgos autistas
Desenmascaramiento de rasgos autistas
Autora Megan Anna Neff
Traducido por Eugenia Coto
El enmascaramiento autista es un tema que me entusiasma mucho. Recuerdo muy bien el primer video que vi relacionado con este Tik Tok. Al principio pensé: «Bueno, sí, pero, ¿no es cierto que todo el mundo hace esas cosas?». Siempre pensé que las personas le indicaban a sus cuerpos realizar movimientos apropiados según la situación, como decirse a sí mismo: «asiente con la cabeza, sonríe ahora, descruza los brazos». Creía que todas las personas ensayaban con anterioridad conversaciones en su cabeza para sus interacciones sociales y que tenían guiones preparados para usarlos una y otra vez. Después de ver más videos, mis preguntas pasaron a ser otras, tales como: «¿cómo empiezo el proceso de desenmascaramiento?» Me interesaba saber dónde podía encontrar las reglas, los pasos y las instrucciones; buscaba el manual. No sé cómo describir cómo empezó el proceso, teniendo en cuenta que he cambiado profundamente con el tiempo. Intentaré poner esas modificaciones en palabras y en categorías; considero que los cambios vividos superan lo que pueda expresar con palabras.
¿Qué es enmascarar? ¿Cómo lo hacía yo?
Una semana después de esa revelación, le comenté a mi esposo: «Hasta ahora tengo paz con mi cuerpo». Es difícil describir esa experiencia: por primera vez, entendía mi cuerpo. La mayor parte de mi vida la había pasado preparándome para recibir un impacto. Si iba a recoger el correo, caminaba de prisa con la cabeza baja, los hombros tensos e intentaba bloquear el mundo sensorial a mi alrededor. Si alguien se me acercaba, sentía cómo la tensión en mi cuerpo aumentaba y me alistaba para el contacto social. Al darme cuenta de que era autista, dejé de prepararme para el impacto. Me di permiso de sentir el choque del mundo sensorial: que los estímulos llegaran, circularan en mí, algunas veces hasta retumbando y que, finalmente, salieran . Antes de dejar de luchar y de bajar esa guardia hipervigilante, necesitaba entender mi cuerpo y saber lo qué estaba sucediendo. Después de estar en guerra con mi propio cuerpo por 37 años, había hecho la paz con él.
Enmascarar es una estrategia de sobrevivencia que muchas personas autistas usan inconscientemente. Esconden sus rasgos autistas e imitan el comportamiento alista (no autista) para presentarse como no autistas ante los demás.
No sé cómo explicar el proceso de desenmascaramiento. Pienso que «dejar de estar en guerra con mi cuerpo» es una pieza muy importante del proceso; cuando dejé de pelear contra él y empecé a atender mis necesidades y deseos, el desenmascaramiento comenzó a darse de forma natural.
Todo comenzó con la ropa interior… sí, es un poco extraño iniciar de esta forma. Puede parecer tonto empezar a reorientar todo mi ser ahí, pero así se dieron las cosas. La primera acción concreta consistió en tirar la ropa interior femenina de encaje, la cual me era incómoda. Estaba consciente de que era algo simbólico; no obstante, creo que no comprendía hasta qué punto. En retrospectiva, no entiendo por qué tenía esta ropa. ¡No entiendo por qué alguien compraría esas cosas! Sin embargo, parece que no es algo incómodo para todo el mundo y aún no me acostumbro a la idea de que haya cosas que a mi cuerpo le resultan desagradables , pero que no incomodan a otras personas. Creo que compraba ese tipo de ropa porque es esperable que lo luzca una mujer. Quería ser el tipo de mujer que usa ropa femenina, aunque fuera incómoda y no fuera yo femenina. Mi máscara sí lo es, yo no.
Pasé de tirar primero la ropa interior a deshacerme de toda la ropa incómoda y, luego, de casi toda mi ropa femenina. Esto me llevó a una exploración de género auténtica y a cambiar los pronombres que usaba. Empecé a utilizar frases como: «ella» se siente inclinada a intentar ponerse ropa interior de encaje, «ella/ellos» quieren ponerse una sudadera caliente y cómoda que «les» quede bien. Mi máscara social y mi actuación femenina están muy entrelazadas. Ahora entiendo mejor por qué comencé con la ropa interior. En ese momento pensé que empezaba con algo pequeño.
¿Cómo entendí el desenmascaramiento?
Atender el aspecto sensorial
Además de deconstruir lo femenino, me parece importante haber iniciado con lo sensorial. Primero, le puse atención a mi mundo sensorial para atender y honrar mis necesidades. Ya no sentía que debía disculparme por dejar de compartir con mi familia para concentrarme, enfocarme o darme una pausa sensorial. Esto es conmovedor porque he pasado toda mi vida desconectada y disociada de mi cuerpo. Cuando sanamos la conexión con nuestro cuerpo, llegamos a la autenticidad de forma natural. Conectarme con mi cuerpo me capacitó para ponerle atención a lo que me gusta y a lo que no; fue clave para escarbar debajo de mi hábito de actriz y encontrar a la persona real que estaba bajo todas esas capas.
Desenmascarmiento social
El desenmascaramiento involucra modificaciones sociales. Hace poco aprendí que los autistas experimentan la conversación social como una demanda sensorial. Me sentí identificada desde muy adentro. Las preguntas sociales, en especial las que no tienen contexto, me irritan y me agitan. Cuando todavía no tenía el vocabulario del autismo, decía que le daba entrada a las personas de una forma más intensa que otros terapeutas, en el sentido de absorber en mi cuerpo su persona y sus historias. Ahora entiendo que mis palabras describían mi experiencia sensorial, pues acojo todo el ser de la otra persona. Recibir a una persona nueva tras otra es un trabajo pesado. En aquel entonces, trabajaba con un sistema en el que veía clientes como si tuviera una puerta giratoria en la oficina. En esa época, recibía hasta cuatro personas al día. Esto no me funcionó. Para mí, una parte de desenmascarar involucra honrar el hecho de que recibo a las personas con intensidad, y que necesito establecer formas intencionales de amortiguar esas situaciones.
Ajustes que implemento ahora:
Actúo menos. Si hacer expresiones faciales específicas no se siente natural, no las hago (como sonreír, asentir con la cabeza, etc.).
No me fuerzo a hacer contacto visual. Las amígdalas autistas están más activas que las de los neurotípicos (no autistas) cuando hacemos contacto visual con otros. En el pasado, siempre encontraba formas de evitar el contacto visual y ahora me doy permiso de no hacerlo de una forma más intencional.
Me permito ser solitaria sin sentir culpa. Antes de conocer sobre mi autismo, me forzaba a mantener conversaciones triviales o sentarme cerca de otros. Cuando estoy en una conferencia o en un grupo, lo más natural para mí es encontrar un asiento cerca de la salida y lejos de otros, lo cual me permite escapar con facilidad y estar menos rodeada de otros cuerpos. Ahora lo hago sin culpa.
Hablo de forma más natural. El lenguaje profesional era una parte de mi máscara. Para mí es más natural hablar de forma más casual y menos pulida. Por eso ahora, en situaciones profesionales y casuales, utilizo el lenguaje más cómodo para mí, sin importar cómo suene.
Utilizo más mis propias palabras y frases. Antes le ponía atención a ciertas frases o usos de palabras que me gustaban y las añadía, de forma intencional, a mi diccionario social imaginario. Ahora no lo hago; uso más mis propias palabras. Esto quiere decir que puedo ser más torpe en la forma en la que hablo. Algunas veces reinicio oraciones si me doy cuenta de que lo que estoy diciendo no es lo que quiero decir. Es torpe, pero auténtico.
No hago conversación trivial. A menudo, las personas me consideran poco amigable, por lo menos de forma casual y eso está bien conmigo. Ahora paso más de prisa cuando hay grupos reunidos y no me involucro en su conversación. Tal vez me detenga a conversar si le encuentro sentido a lo que hablan o si quiero conectar con alguien del grupo. De otro modo, sigo mi camino.
Abandoné muchas de mis tendencias para complacer a las personas. Iba por el mundo sintonizándome y adaptándome a los deseos de otros. Casi siempre decía que sí y luego me sentía mal por ello; muy pocas veces le pedía ayuda a los demás. He empezado a cambiar esas tendencias poco a poco. Estoy aprendiendo a aferrarme a mí misma y a estar bien aun cuando otros a mi alrededor no lo estén. Estoy aprendiendo a decepcionar a los demás y a sobrevivir.
Digo no más seguido. Honro mi no. Por fin, estoy reconociendo mis límites. Eso significa que es más fácil honrar mi no y valorar mi sí.
Mucho de estas situaciones tienen que ver con mi experiencia sensorial. Ahora aprecio cuán demandantes son las charlas triviales, para mí, en el aspecto sensorial. También estoy consciente de que los neurotípicos obtienen dopamina de estos encuentros y que, por el contrario, a mí me agotan. Soy más intencional antes de someterme a esa experiencia; protejo mi energía.
Un efecto secundario de desenmascarar
He notado, como efecto secundario de desenmascarar, que ya no soy tan buena en la comunicación neurotípica. Posiblemente nunca fui tan buena como pensé, o que mi habilidad para realizar ese tipo de comunicación haya decaído. Ahora noto la incomodidad; por ejemplo, al conocer una persona nueva y trato de resolver el momento apropiado para involucrarme en la conversación. Tengo dificultades cuando mi cerebro empieza a recolectar información del contexto de la persona y, a la vez, busca definir de qué se tratará nuestra conversación. Es probable que siempre estuviera incómoda con esas situaciones y que lo reprimiera poniéndolo en un hueco oscuro. Quizás empeoro conforme desenmascaro más. Ya no tengo práctica; estoy un poco herrumbrada. Sin embargo, está bien. Algunas veces me cohibo y me siento insegura; otras veces, me divierto y me entretengo con este proceso.
Soltar la culpa
Desenmascarar me ha ayudado a no sentirme culpable por no tener amigos, no llevar a mis hijos a más cosas emocionantes o involucrarlos en más actividades, o no ir a esta o aquella reunión. Antes experimentaba mucha culpabilidad por no hacer lo que percibía que otras mujeres y madres hacían. Ahora me he liberado de los estándares neurotípicos y estoy descubriendo la libertad de este otro lado.
Ser constante con mis valores
Me he vuelto más consciente y más constante de mis valores. Pongo mis cucharadas (unidades de energía) donde están mis valores. Antes me presionaba hasta el agotamiento y entraba en fatiga crónica. Ahora estoy en un proceso de reconocer, aceptar y hasta hacer duelo por mis límites; asumo que tengo más límites que otros. No puedo tomar un trabajo típico y estar bien. Si acepto un compromiso para hablar en público o una conferencia, necesito considerar tanto los días de recuperación como los días de trabajo. Por lo general, requiero presupuestar el doble o el triple de tiempo para el descanso y para atender tareas.
Esta realidad conlleva aflicción; todavía estoy en el proceso de hacer duelo por los límites de mi cuerpo. No obstante, encuentro nuevas libertades, como escoger adónde coloco mis cucharas con mayor intencionalidad. Mi energía es preciosa, en particular mi energía física y social. A menos que esté experimentando el síndrome de desgaste autista (o burnout), casi siempre tengo energía cerebral. La energía de mi cuerpo es la más difícil para mí; la protejo como si fuera un recurso escaso. Por lo tanto, la coloco donde están mis valores y esto me facilita decir no y dejar ir la culpa.
Alinear mis sí con mis intereses especiales
En esta área, como en ninguna otra, he notado el privilegio que tengo. Cuento con estudios de posgrado y una pareja que provee estabilidad financiera. Esto me proporciona mucha libertad y la ventaja de reconstruir mi vida de forma tal que me funcione. Cambié mis planes de carrera después de descubrir mi autismo. En lugar de unirme a un consultorio colectivo, abrí mi propia práctica privada en la que puedo especializarme en trabajar con clientes neurodivergentes.
Lo anterior me ha permitido alinear mi trabajo con mis intereses especiales y me habilita para fluir con mi energía neurodivergente, en lugar de intentar nadar a contracorriente. Esta energía la suelo describir como que viene y va. Cuando estoy nadando contra la corriente de mi energía es un desastre y todos son miserables. He aprendido que si fluyo con mi tipo de energía distinta, puedo lograr muchas cosas con relativa facilidad. Una de las cosas que me ayudan a lograr esto es alinear mis sí con mis intereses especiales. También limito los proyectos escritos que acepto. En el pasado, nunca los rechazaba porque era una académica aspirante y no me parecía correcto. Ahora rechazo hablar en público, escribir y revisar el trabajo de compañeros si no se alinea con mis intereses especiales.
Confiar en mi cuerpo
Hace poco empecé a trabajar en un currículo de autodefensa de personas neurodivergentes. Empieza con hacer consciencia de las experiencias sensoriales. Al principio, me pareció un lugar extraño para empezar. Entre más reflexionaba al respecto, más me percataba de lo brillante que era la idea. La defensa comienza con lo sensorial, con atender la experiencia corporal que tenemos del mundo y con tener vocabulario para ello. Continua con honrar nuestras experiencias y hacer peticiones al mundo. En esencia, esto ha constituido mi camino de desenmascaramiento: aumentar mi consciencia de mi experiencia sensorial momento a momento y honrar las necesidades de mi cuerpo. También nivelo mi necesidades corporales con mis valores. Porque, siendo realistas, no siempre ambos están alineados. La diferencia es que ahora tomo decisiones informadas sobre cuándo me expongo a situaciones agotadoras e incómodas o no.
¿Cómo empieza una persona a desenmascarar?
Entonces, ¿cómo empieza una persona a desenmascarar? Sospecho que inicia con prestarle atención a las experiencias personales en este mundo salvaje, y honrarlas poco a poco. Es usual que el enmascaramiento comience con algo pequeño, como botar la ropa interior incómoda. Una vez que mi cuerpo se dio cuenta que yo lo estaba escuchando, no paraba de hablar y, una vez que empecé a confiar en él, se volvió mi guía.
Conclusión
Cuando empecé a aprender sobre el autismo y las necesidades de mi cuerpo autista, inicié el proceso de quitarme la máscara naturalmente. A pesar de que mucho de este trabajo se ha vuelto natural, todavía hay partes que requieren esfuerzo, en especial el desestigmatizar mis tendencias autistas. Y, por supuesto, el trabajo no se ha terminado. Ahora que estoy empezando a vivir desde mi ser auténtico experimento libertad y relajación de formas que nunca lo había hecho antes. Si eres un adulto autista que trata de iniciar este proceso de quitarte la máscara, ten en cuenta que es posible. Aunque haya algunas repercusiones sociales, los beneficios sobrepasan las consecuencias. Si estás buscando un lugar dónde empezar, empezarás a entender cómo defenderte y a andar por la vida de forma auténtica.